30 de septiembre de 2011.
Es común en muchos iconos del deporte tinerfeño haber llegado a su modalidad deportiva de manera prácticamente accidental. Goya Dorta, la imagen del voleibol tinerfeño de los últimos años, también. “En el colegio pusieron varios deportes para que pudiéramos practicarlos y a mí me llamó la atención el voleibol porque en esa época no era demasiado conocido. Mis amigas estaban apuntadas a él y al final la única que me quedé fui yo”, recuerda.
Su palmarés es sencillamente impresionante: 10 campeonatos de Liga, 11 copas de la Reina, 5 supercopas de España y 4 participaciones en Final Tour Champions League (siendo una vez campeona, dos veces tercera y una vez cuarta de Europa). Nadie en España puede presumir de tener semejantes méritos.
Para que todo aquello fuera posible, allí estaba la figura del recordado Quico Cabrera: “Él llevaba a todos los equipos de los colegios de La Laguna para poder localizar a niños y niñas en las concentraciones que se realizaban en sábado. Realmente muchas veces, al ser tan jóvenes, lo que más se miraba era la condición física; yo era alta para mi edad y vieron que podía servir”.
Pero el momento clave fue cuando acudió a una fase de ascenso. La misma en la que el Afelsa logró ascender a División de Honor. “Quico me llamó por teléfono a mi casa para que fuera con el equipo a Madrid. Para mí aquello era todo nuevo, me ilusioné mucho. El año siguiente fue impresionante porque compartía equipo con jugadoras como Mirta o Mar Veloso”.
Muy pronto se hizo con un hueco en un equipo que estaba llamado a hacer historia gracias al trabajo y la ilusión de Cabrera. Luego, gracias al esfuerzo, llegarían los primeros títulos y comenzaría a labrarse un equipo que hoy en día es recordado por todos. “Siempre recuerdas la primera Liga y la primera Copa que logras ganar, aunque cada título siempre es muy especial. Pero la Final Four de Tenerife fue impresionante no solo por lo complicado que era lograr aquello, sino por poder ver el Santiago Martín lleno al completo y viendo cómo todo el mundo disfrutaba. Esa sensación no la olvidaré jamás”, señala.
Pero todo no fue un camino de rosas para Goya. Pocos recuerdan ahora que la tinerfeña pudo ir a las Olimpiadas de Barcelona si una inoportuna lesión no de la deja fuera. “Me rompí los ligamentos de una rodilla en mi último año de juvenil. Todo era perfecto con la concentración permanente y demás, pero al final me quedé a un paso de ir a unos Juegos Olímpicos. Además, los de Barcelona”, recuerda.
Y llegó el momento de decir adiós. Tras tantos títulos, tantos partidos y tantos viajes, Goya decidió poner punto y final. “Creo que físicamente podía seguir, estaba bien, pero psicológicamente necesitaba parar de todo aquello. Considero que en el plano mental estaba más cansada que en el físico después de llevar una vida tan sacrificada”.
A diferencia de otros deportistas, Dorta creyó que lo mejor era dejar a un lado el deporte al que tanto dio para poder “oxigenarme”. “Ha sido un cambio muy brusco. Quico me ofreció estar dentro del club y le dije que necesitaba un tiempo de distanciamiento porque no quería involucrarme otra vez de lleno. Yo le comenté de poder entrenar a las juveniles porque él quería que trabajara con el primer equipo”.
Pero luego el destino la llevó a Barcelona. “Me enamoré de un chico de esa ciudad y decidí dar el salto porque no tenía trabajo y en Barcelona me ofrecieron uno. Ahora me he desvinculado del voleibol. Algunos equipos de la zona me han llamado, pero he preferido no volver”.
Es común en muchos iconos del deporte tinerfeño haber llegado a su modalidad deportiva de manera prácticamente accidental. Goya Dorta, la imagen del voleibol tinerfeño de los últimos años, también. “En el colegio pusieron varios deportes para que pudiéramos practicarlos y a mí me llamó la atención el voleibol porque en esa época no era demasiado conocido. Mis amigas estaban apuntadas a él y al final la única que me quedé fui yo”, recuerda.
Su palmarés es sencillamente impresionante: 10 campeonatos de Liga, 11 copas de la Reina, 5 supercopas de España y 4 participaciones en Final Tour Champions League (siendo una vez campeona, dos veces tercera y una vez cuarta de Europa). Nadie en España puede presumir de tener semejantes méritos.
Para que todo aquello fuera posible, allí estaba la figura del recordado Quico Cabrera: “Él llevaba a todos los equipos de los colegios de La Laguna para poder localizar a niños y niñas en las concentraciones que se realizaban en sábado. Realmente muchas veces, al ser tan jóvenes, lo que más se miraba era la condición física; yo era alta para mi edad y vieron que podía servir”.
Pero el momento clave fue cuando acudió a una fase de ascenso. La misma en la que el Afelsa logró ascender a División de Honor. “Quico me llamó por teléfono a mi casa para que fuera con el equipo a Madrid. Para mí aquello era todo nuevo, me ilusioné mucho. El año siguiente fue impresionante porque compartía equipo con jugadoras como Mirta o Mar Veloso”.
Muy pronto se hizo con un hueco en un equipo que estaba llamado a hacer historia gracias al trabajo y la ilusión de Cabrera. Luego, gracias al esfuerzo, llegarían los primeros títulos y comenzaría a labrarse un equipo que hoy en día es recordado por todos. “Siempre recuerdas la primera Liga y la primera Copa que logras ganar, aunque cada título siempre es muy especial. Pero la Final Four de Tenerife fue impresionante no solo por lo complicado que era lograr aquello, sino por poder ver el Santiago Martín lleno al completo y viendo cómo todo el mundo disfrutaba. Esa sensación no la olvidaré jamás”, señala.
Pero todo no fue un camino de rosas para Goya. Pocos recuerdan ahora que la tinerfeña pudo ir a las Olimpiadas de Barcelona si una inoportuna lesión no de la deja fuera. “Me rompí los ligamentos de una rodilla en mi último año de juvenil. Todo era perfecto con la concentración permanente y demás, pero al final me quedé a un paso de ir a unos Juegos Olímpicos. Además, los de Barcelona”, recuerda.
Y llegó el momento de decir adiós. Tras tantos títulos, tantos partidos y tantos viajes, Goya decidió poner punto y final. “Creo que físicamente podía seguir, estaba bien, pero psicológicamente necesitaba parar de todo aquello. Considero que en el plano mental estaba más cansada que en el físico después de llevar una vida tan sacrificada”.
A diferencia de otros deportistas, Dorta creyó que lo mejor era dejar a un lado el deporte al que tanto dio para poder “oxigenarme”. “Ha sido un cambio muy brusco. Quico me ofreció estar dentro del club y le dije que necesitaba un tiempo de distanciamiento porque no quería involucrarme otra vez de lleno. Yo le comenté de poder entrenar a las juveniles porque él quería que trabajara con el primer equipo”.
Pero luego el destino la llevó a Barcelona. “Me enamoré de un chico de esa ciudad y decidí dar el salto porque no tenía trabajo y en Barcelona me ofrecieron uno. Ahora me he desvinculado del voleibol. Algunos equipos de la zona me han llamado, pero he preferido no volver”.
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